martes, 10 de mayo de 2011

Alexander Covalschi - Nuevos Aires (2008)


Bienvenido!

Nuevos Aires un disco grabado en el 2008, compuesto de 10 canciones que representa la intersección entre polos disimiles, y la transición entre un lugar y modo de vida pasado y otro presente. En esta intersección se encuentran el sur y el norte, lo cercano y lo lejano, el aire y el fuego, lo suave y lo tosco, entrelazado todo ello en tres etapas: pubertad, adolescencia y comienzo de la adultez. Es como un primer hijo, sincero, puro y primitivo, con un gran porvenir delante de sus narices.
Desde el principio lleva la fuerza del viento de la Patagonia, y su gloria por ser el monarca de estas tierras áridas y frías.
Alma de fogón recuerda veranos en playas y en comunión con gente sensible, grandes apreciadores de lo sublime de un amanecer.
Desvelado surge desvelado, y tanguero…como capital, bruto y reseco, golpeado, abatido, y perturbado, como el sueño que no logra conciliarse.
Recuerdos de Florianópolis, un viaje que emprendí en mi niñez, y que me impregnó de imágenes calurosas, colores vivos, movimientos ondulantes y lluvias cálidas.
Conexión es talvez el tema más simple del disco, pero que resume la esencia del mismo.
Llegará la paz, una esperanza plasmada en cuatro notas que se apoderan del resto de la canción…la simpleza de esas notas surgió hace mucho tiempo, cuando ni siquiera podían mis dedos tocar lo que la música me pedía.
¡Buenos días, Malos aires! Irónico título que intenta burlarse, tal vez por venganza o rencor, de la ciudad de cemento, que se mofa en tantas situaciones de quienes intentamos no ser como ella.
Sinfonía de una dulce pesadilla surgió en un invierno, hace 8 años, después de ver una película en donde un pianista enamorado de la mujer de su mejor amigo reprimía sus emociones detrás de las teclas bicoloridas. Terminó la película y camine mitad rada tilly con la guitarra en mi mano, componiendo esta melodía, y ganándole al ese frío seco.
Parpadeo…La vi, me shockeó, parpadeé, y se había marchado acompañada.
Danza de los tanques habla de la guerra, y no encontré mejor manera de acompañar el concepto de esta pequeña gran obra que con un poema de mi querida madre:

Los muertos niños
    
Mientras la mañana muerde
la arena de Oriente
y lava la sangre de las piedras
con saliva y humo,
los muertos niños
aún tienen los ojos abiertos
y en sus bocas ríe
- como maní caliente –
el último estertor de las granadas.
El sol golpea vidrios;
mueve a su planeta;
lo pone del derecho y del revés;
Irrumpe en las tertulias;
observa la indecisa paz que se pudre
en un canto de gusanos.
Palabras
se escabullen
entre bostezos.
Agendas
dan vueltas y vueltas de hojas.
Vanidad
de los pueblos.
Danza del odio.
Vanidad.
Los muertos niños
aún tienen los ojos abiertos.
Están sentados en la guerra,
como soldados.
La venia se enfría.
Cae un viento agrio de escombros.
El sol se hamaca en la mesa de pontífices,
reyes, ministros, presidentes,
mahomas y cristos.
El sol se oscurece.
Tiembla de miedo.
Tal vez la noche última lo ahogue
para siempre,
bajo los muertos niños.

Abrazos armónicos a quien reciba en sus brazos este primer hijo musical:



Alexander Covalschi